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domingo, 7 de noviembre de 2010

YO VENIA A TRAER ESTE EXPEDIENTE...



                                Hola, conciudadanos, hoy les traigo un tema que me ha tocado de cerca (y me toca muy a menudo, les juro) y es el tema de la burocracia…los papeles y las misteriosas sinrazones que tienen que ver con que te reciban o no un expediente, palabra fatal a la hora de entregarlo a quien corresponda, mejor dicho, de sacártelo de encima.

                               Un grupo grande de ustedes recordará aquel viejo y querido sketch de nuestra TV de los sesenta en donde un pobre hombre, encarnado en aquel entonces por el actor Joe Rigoli iba a la Municipalidad porque quería hacer un trámite como correspondía para plantar en la puerta de su casa un arbolito.  El asunto es que se le pedían las cosas más irrisorias que uno se pueda imaginar…”certificado de autorización para que el grillo pudiera cantar”, por ejemplo. El asunto es que la montaña de papeles que se había acumulado era más grande que el árbol que llevaba consigo para todo trámite.....fue tal la repercusión que tuvo este humorístico sketch que ha quedado grabado en el inconsciente colectivo de los argentinos a tal punto que, cuando un trámite se pone pesado (y son todos) nos decimos unos a otros…¡Como el del arbolito, te acordás! ¡Y cómo no nos vamos a acordar si cada día cobra más vigencia!
                               El asunto es que a mí también me ha sucedido un par de veces algo similar, ya que parte de mi trabajo consiste en llevar papales de un lado a otro…al fin del día es toda una odisea haberte sacado de encima semejante fardo, creeme, conciudadano…
                               Me tocó ir a la Mesa de Entradas de la Honorable Cámara de Senadores a llevar un expediente para un Senador, claro. A simple vista parece sencillo pero…¿Dónde queda, específicamente?- pregunté yo, ilusa, creyendo que quien lo enviaba sabía…. “Por ahí, en el Congreso” léase…¡Qué se yo…arreglate vos! Porque el Congreso es grande vieron…?. Hice otra pregunta, al parecer bastante complicada: ¿En qué horario atienden? “No sé…creo que hasta la tarde…” Claro, la tarde es a partir de las 13 ( si comés a horario) y hasta ….¡Qué se yo! Después de todo es tu trabajo….entre líneas,  arreglate como puedas pero que el senador lo reciba….
                               Así que a la mañana siguiente que pintaba con una temperatura elevada, me dirigí al Congreso de la Nación dispuesta a emprender la aventura diaria de encajarle el papel a quien extendiera la mano, pero créanme….¡Fue complicado!.Una vez que salté del colectivo antes de que el susodicho y amable chofer chocara y termináramos pernoctando en una comisaría hasta quién sabe cuando, acerté a pasar –primeramente - por una oficina ahí a mitad de cuadra, sobre Rivadavia. Apenas pasé el umbral con la puerta giratoria, se me vinieron al humo diciéndome que mi trámite era por el lado de Hipólito Yrigoyen (a la vueltita, unos trescientos metros) y que ahí me lo recibirían. Antes de que se me acabara la paciencia, salí apurada porque tenía otros papeles que dejar en su destino (léase: encajar a quien sea). Cuando llego, me miraron raro, sobre todo cuando vieron el papel…si hubiera llevado una bomba, me hubieran recibido mejor. Así que ante la tensa suposición de que les iría a dejar aquel muerto, dejaron de leer el diario (porque eran dos recepcionistas a falta de uno) dejaron de leer el diario y me dijeron que no, que era aquí nomás….(dos cuadras sobre Irigoyen donde antes era la Caja de Ahorro y Seguro… y mi paciencia ya estaba llegando a su límite, que no es mucho). Sin mediar palabra me fui porque en aquel momento no era responsable de lo que mi lengua hubiera articulado pero mi mente me decía que era inconveniente.
                             Me fui “ahí nomás” ¡Carajo, no llegás nunca! Además, todos los que se te cruzan caminando, si no van hablando por el celular, no sé donde miran, pero te llevan por delante, de eso hablaré en otra nota, merece algo aparte….Llegué por fin y cuando pude entrar, porque no sé cómo pero todos los que estaban detrás de mí terminaron entrando primero….(léase, me llevaron por delante como alambre caído) entré protestando contra uno de los que intentó pasar y no lo dejé (¡tengo mi buena estatura y contextura y a la hora de medirme en un duelo callejero lo hago valer…! Cuando entré en el sagrado recinto de la mesa de entradas de la Honorable Cámara de Senadores de la Nación…dos empleadas con cara de nada estaban divagando quizá sobre la inmortalidad del cangrejo…lease, “al pedo” me miraron porque enturbié su filosófico momento de concentración matutino…Miraron el papel, se pusieron en guardia, preguntaron para quién era…Pensé…”Y, para un senador, boluda…o la mesa de entradas no es de la Honorable….bla, bla, bla. Después que lo hubo mirado de arriba abajo en ambos sentidos, creo que no sabía leer…empezó a llamar por teléfono al susodicho personaje…Después de unos instantes me comunica muy tranquila que el senador no se encontraba en su oficina….Yo pregunto: ¿Ustedes conocen a alguno que se encuentre en su oficina? Porque yo no…pero ese no es mi asunto, le dije lo más serenamente que pude, pero lo cierto es que tenía ganas de romperle el papel en la cara y tomarme el olivo, pire, o aliscafo, como se dice acá en mi querida Argentina…”Ah, no, si el Senador no se encuentra, no podemos recibirlo”. Pero, ¿entonces para qué carajo tienen una mesa de entradas?...hubiera sido la pregunta apropiada, pero intentar razonar con las misteriosas  sinrazones burocráticas es lo mismo que hablarle a un muerto, por lo tanto decidí escuchar a ver con qué me salían como solución…”Si, acá nomás…(pero será de Dios, carajo…!¡Se me estaba acabando el mapa y en cualquier momento iba a aparecer en el río…!) “Acá nomás a la vuelta….se lo reciben”, le dieron un nombre raro, expediente sin confirmación o alguna cuestión por el estilo…Tomé el papel con la esperanza de dejarlo donde pudiera, a estas alturas no me importaba si me lo recibía el verdulero de la esquina…y me fui “Ahí nomás…”. Pegando la vueltita…en una entrada que por poco tenés que agacharte para pasar, en un recoveco oscuro había dos guardias de seguridad desparramados en una silla mirando televisión (¿Descanso de servicio?¿Qué servicio?¡Qué se yo!). Cuando les dije a lo que venía ni se inmutaron, uno de ellos tocó un timbre desde el asiento, no va a ser cosa que le haga mal a la cadera caminar…¡dos centímetros!¡Eso que son seguridad, ante un asalto, podrían desenvainar el arma?¡Andá a saber!...Tocó el timbre y apareció un personaje raro, mitad hombre-lobo, mitad hombre de las cavernas, de pelo enmarañado y mirada perdida que, sin mediar palabra – se ve que la comunicación no era su fuerte – creo que oyó lo que le dije…agarró el “muerto” puso dos sellos sonoros (parecía que algo se venía abajo) y cuando miré otra vez había desaparecido.
                               Cuando finalmente salí de ahí, libre de mi carga, me fui caminando a mi trabajo porque mi situación mental no estaba para bancarme otro viaje en colectivo (tema de una próxima entrega), así que emprendí el deseado regreso por lugares lo menos concurridos posible, ya que no quería terminar con un litigio callejero si a uno más, sólo a uno, se le hubiera ocurrido llevarme por delante esa mañana….!¡Hasta la próxima, espero que les guste!

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